Hace un par de semanas me paré a ver este vídeo. Uno de tantos clips nacidos de la antepenúltima novedad, el documental de Luis Enrique. Aterrizando contexto, el contenido viene a presentar las dos caras de una misma moneda: el sufrimiento humano. En un lado está la pérdida, de su hija en este caso. En el otro, los 9 años que pudieron disfrutarla en familia.
Transcribo el audio por si te da pereza entrar al link:
Y yo me puedo considerar afortunado, ¿o desgraciado? Me considero afortunado. Muy afortunado. Mi hija vino a vivir con nosotros nueve años maravillosos y tenemos mil recuerdos de ella, increíbles.
Le pregunté a mi madre por qué no había ninguna foto de Xana en su casa. ‘’No puedo’’. Mamá, tienes que poner a Xana, está viva. En el plano físico no está, pero en el plano espiritual está. La recordamos, nos reímos. Pienso que Xana nos ve. ¿Cómo quiero que Xana piense que vivimos esto?
Luis Enrique se queda con este último escenario.
Es su decisión. Dudo que sea impostada. Ni mucho menos construida para ver reforzado su discurso neoestoico. Pocas dudas quedan ya de que lo que ves en él es lo que hay. Para lo bueno y para lo malo. Que también diré, puestos a elegir, mejor lidiar con los sacrificios del <ser> que vivir en una constante tierra de nadie. Es imposible que el barro no te acabe salpicando. Así que mejor ensúciate tú primero.
He dejado aterrizar el boom del vídeo en busca de pulir mis conclusiones. No se pueden tomar decisiones en estados emocionales transitorios. Sabiendo también que <concluir> es en muchos casos un verbo temporal. Puesto que la caducidad significa flexibilidad. Por tanto, exposición a la fragilidad percibida de verse modificando una opinión.
Han pasado dos semanas de esto. Ya estamos a otra cosa. El reel que compartiste, sin siquiera digerirlo, se encuentra ya en la papelera de tu memoria, como tantos otros. El inframundo de los contenidos. Hades nos mantiene enganchados para no perdernos nada. Lo único que consigue: una superposición de estímulos que andan a caballo entre la vida y la muerte, precisamente por no dejar ir en paz. Lo hizo Aragorn, con los espectros de aquellos hombres que habitaban las montañas blancas, ¿por qué no tú?
Soltar es la habilidad psicológica más infravalorada. Para aferrarte siempre hay espacio. Y oportunidades. Pero peligrosas son las consecuencias de sujetar algo durante más tiempo del que merecía.
Asentado ya, y tras una introducción más larga de lo que me hubiera gustado, quiero hablar de esto. No sé ni siquiera si estaré de acuerdo con lo que digo minutos después de terminar este texto. Si no lo escribo seguro que no lo sabré nunca.
Del contacto con las emociones.
Este vídeo es peligroso. Como todo lo que se viraliza. Puede llevarnos a tomar el mensaje como única regla válida, invalidando todo lo que se salga fuera de ese microscópico tiesto. Digo microscópico, porque hay tantas maneras de aceptación y tránsito como personas existen en este universo. Me chirría que sólo aparezcan aquellas reflexiones que llevan <el lado bueno de las cosas> en la etiqueta.
La aceptación es un comportamiento. Una conducta que no excluye de su escenario a la tristeza. Constructos que se cocinan bajo la piel. Nada te dirá de ese proceso lo que una apariencia refleje. La procesión llevada por dentro puede distar mucho de lo que ese paso está mostrando.
Porque largo tiempo ha sido asociada la sonrisa al estar bien. También socialmente reforzada esa descabezada activación del que se hecha a la calle un día tras otro, proponiendo reuniones en cantidades industriales. Incómodo responder <mal> a un <qué tal>. Preocupante decir <no me apetece> a la propuesta de un plan.
No eres peor por estar triste.
Una situación asquerosa seguirá siendo una situación asquerosa. El lenguaje te podrá ayudar a convivir, no a superar. Siempre que superar signifique negar. Al igual que con la aceptación, si voy a llevar a cabo la superación que me han predeterminado, pueden esperar sentados. Que le follen a la resiliencia si eso me va a poner en guardia con mis emociones desagradables.
Vuelvo siempre a la pregunta más nutritiva. Para qué lo estoy haciendo. Escucharte forma parte del plan. Puesto que las señales del cuerpo siempre son sabias, aunque normalmente haya que educarlas.
El trabajo de Luis Enrique habrá sido el que haya sido. Y no es ni mejor ni peor que el de aquel que cada vez que viera esa foto se permitiera, durante unos minutos, un espacio seguro para el llanto. O para volver a preguntarse <por qué a mí>. Siendo consciente de que la vida es un tren que espera poco, y cuyas paradas escasean.
Porque lo que define un problema psicológico, de un transitorio mal momento, es el tiempo durante el cual mi vida es modificada.
Cada uno tiene su timing. Mientras tanto, vigilo todas esas cosas que he dejado de hacer, o hecho de manera desmedida, desde que ese punto de inflexión incurrió en mi vida. No todo lo normalizado es sano, ni lo que veo como poco común tiene que ser inconveniente.
Luis Enrique no tendrá un problema si realmente le es coherente su discurso. Ni tú tampoco lo tendrías por no tomártelo como él.
¿Qué está implicando mi aceptación? ¿Qué costes vienen asociados a la superación? Gris se mueve, al principio con pocas habilidades y una paleta de colores escasa. A partir de ahí, su abanico conductual se amplía y es capaz de ver y encontrar otras tonalidades.
La aceptación de lo que sientes ya es suficientemente compleja como para que el listón te lo pongan otros. Los referentes sirven cuando son masticados, no cuando nos empujan a la piscina con una venda en los ojos.
He leído tu carta porque respeto a Emi y él la había compartido en Notes. En realidad, Javi no entiendo el mensaje que quieres transmitir. Escribes sobre la vida de una persona que no conoces y sobre un proceso que no sé si has vivido. Yo me siento identificada con él. Como ser humano, como madre y como persona que vive en duelo. Las almas que pasan al otro lado, pueden seguir visitándonos, lo creas o no, es así. No se trata de dejarlas ir o no. Es una gracia que te conceden y no es para todo el mundo.
Lo que escapa de nuestra mente parece locura, pero te aseguro que no lo es.
En lo que puedo estar de acuerdo contigo es en que cada ser humano vive el duelo y la pérdida de manera distinta y es totalmente respetable.
El ejemplo que pones de la película son efectivamente almas que viven en agonía, en un lugar donde no pueden vivir en paz. Muy distinto a las almas que están en el cielo y comparten esa alegría con los humanos.
¡Qué gran suerte haberte descubierto! Flipo con tus newsletters.
Grande, Javi