Hace unos días, un lector me escribía este correo.
Bueno el tema es que me gustaría preguntarte cómo abordarías dejar una plantilla de 15 en 12 para el Campeonato de España Junior. Sí, es un marrón. Muy gordo. Casi prefiero enfrentarme a Malenia en Elden Ring 10h al día.
Contexto, esta es Malenia. Y es una hija de puta fuerte.
No te voy a hablar de lo primero, eso ya lo comenté con él. Sí de la azarosa conexión entre lo comentado y lo vivido, que volvió a presentarse a mi puerta. Y es que, justo esa semana, había dado por finiquitado la cuestionable experiencia llamada Elden Ring.
No sé si él sabía que me andaba inmerso en su cenagal, pero esa bendita coincidencia me ha animado a hablar de todo lo que este juego trasladó a mi cabeza, y que, como siempre, quiero poner en palabras para sostenerme en este tren cada vez más veloz, llamado vida. Gracias, si me estás leyendo sabes quién eres.
El concepto de Mono no Aware es la mejor manera de explicarte lo que esta obra puede llegar a comunicar. Un sentimiento complejo que mezcla elegancia, melancolía y resignación. La belleza de un mundo que va a acabar contigo.
Me pregunto si el deporte, y un poco todo lo demás, no es un escenario que poco a poco te pone en tu sitio. Que tiene miles de maneras de fulminarte. Que siempre elige aquella con la que no contabas en tu cabeza. Y mira que estamos preparados para darle vueltas a las cosas. Paradójicamente, pensar algo está lejos de encargarme, prepararme, sobre ese algo. Por lo tanto, pensamiento y ocupación se encuentran en las antípodas de tu persona.
Aquí, reflexiono sobre el filtrado de esos valores de la cultura japonesa. Hay sabiduría en la resignación, porque tranquilizador es conocerse frágil y expuesto al atravesar del tiempo. Esa resignación puntual, pernoctada en aceptación y amanecida como decisión, una continuación. Existe melancolía en la persistencia, porque lo de ayer ya no sirve, y sin embargo nos seguimos abrazando a cualquier hueco que aporte algo parecido a una calma inactiva, aunque necesaria. Aprieta, pero no ahoga. Y existe elegancia en la caída, en el error, en fallar. Esta elegancia psicológica que únicamente es construida por un suelo con el que vernos de cuando en cuando. En paralelo, no en perpendicular. Una superficie mucho menos despampanante que paredes llenas de preciosos cuadros, o un techo correctamente iluminado. Pero es el pavimento el único que siempre volveremos a pisar, y aquello de la elegancia sólo viene dado por cómo me cuento cada una de esas caídas. De qué material está hecho tu precipicio a los infiernos.
Cuando el sufrimiento encaja, toda incomodidad coge sentido. No elimina el malestar, pero sí le da un camino.
El paso del tiempo actúa como diccionario ante las cosas que experimentamos. Cuando alguien dice <es cuestión de tiempo>, más bien refiere a <es cuestión de nombrar las cosas que te pasan cuando la arena de tu reloj disminuye>. Una jugadora me dijo un día, hoy sé que lo que sentía en aquel momento no era ilusión, sino ansiedad. Así funcionamos, y así debería actuar el lenguaje que desarrollamos.
Y eso es lo que me gusta hacer con los libros, videojuegos, o cualquier otro elemento catalogado como ocio, que me voy encontrando por el camino. Me los bebo, y luego pongo todo mi esfuerzo en una digestión que transite los nutrientes aportados al caso.
Así actué, como no podía ser de otra forma, con Elden Ring. Quedándome con estos 3 pilares esenciales. Todos bajo el paraguas del Mono no Aware, concepto que te explicaba hace unos párrafos, y que ha dado estructura y empujón a estas líneas.
Exploración
Repetición en forma de T
Adelantar el premio
Para la primera, te voy a contar una anécdota que me ocurrió en Oporto el pasado verano. Andaba en mi parada por Aveiro, con el tiempo justo, y no me podía ir sin tomarme una tripa (especie de crep, com la masa algo más consistente y sabrosa). Había una cola eterna, y sólo una jodida gofrera. Esperé 20 minutos, me salí del costo hundido, decidí dejarlo, y cuando me estaba dando la vuelta, camino a la estación de tren, olí algo parecido a esa tripa que se me acababa de resistir, dios sabe hasta cuándo, y encontré un puesto de una señora que daba más pie a imaginarte un piso abandonado. Con un cartel escondido reuniendo la mejor noticia de todas: tripas de Aveiro. Unido al siempre necesario golpe de suerte: cero unidades de personas haciendo cola. Mi misión fue cumplida, y pude volverme con el estómago y el cora bien satisfechos.
Estas cosas jamás las identificaremos a priori. Pero con qué final estás dispuesto a lidiar. Elden Ring hace una analogía de nuestro paso por esta tierra. Te sueltan a un escenario gigantesco, sin ningún manual de instrucciones, y con la única experiencia de las personas que ya han pasado por ahí. Lo que vendrían a ser nuestros padres, profesores, o entrenadores.
El patrón ya vivido es arma de doble filo. Enseña, a la vez que sesga. Dirige, también vira. Al final del día siempre quedará la conversación, majestuosamente narrada por Eduardo Mendoza, cerrada por Javier Miranda en la verdad sobre el caso Savolta.
En cierta medida, Javier, te tengo envidia. Tú has logrado esa intensidad emocional que hace que la vida no sea una cosa monótona y nauseabunda.
Esa intensidad emocional, como tú la llamas, no me ha proporcionado sino disgustos. No creo ser un personaje envidiable, francamente.
Pues, aun con todo lo que sé de ti, pienso que me cambiaría gustoso. Aunque todo esto es una solemne tontería, porque las cosas son como son y a nadie le gusta su vida...
Sí, y es la única que necesariamente ha de vivir.
Todo esfuerzo por inhabilitar el azar terminará tornándose en cadenas. Barrotes que te lanzan al <ser movido>.
Le preguntaba Aragorn a Eowyn, en Las Dos Torres, por su mayor miedo.
¿A qué teme entonces mi señora?
A una jaula, a empuñar sus barrotes hasta que la edad y la costumbre los acepten, y toda opción al valor ceda al recuerdo y al deseo.
Lo bonito de esta exploración tantas veces asfixiante, es el relato que emulsiona alrededor de la supervivencia en este escenario. Una narrativa forjada entorno al hacerse dominante en un área concreta (fuerza, destreza, fe, inteligencia, aguante…) mientras 2 o 3 más acompañan alrededor, desechando así una generalidad abocada al fracaso.
Comúnmente denominamos este mecanismo como la formación en T. Desarrollar versatilidad, manteniendo claridad en aquella faceta que actúa como el palo de tu sombrilla. Aquel que tiene que saberse bien profundo para poder, al menos, tener sensación de equilibrio. Una vez se ha cavado hondo, extraemos conclusiones sobre la dirección de nuestro barco.
En palabras de Jota Cuspinera, el producto mínimo viable. Un entrenador de formación que sea novel, verá cómo los conceptos y aplicaciones de la psicología en pista resbalan a través de los poros de su piel, sin penetrar en ninguna de sus capas. Mientras tanto, la ansiedad del multitasking y el constante insuficiente al que nos expone el contexto formativo, hacen mella en su ya tambaleante autoestima.
First things first. Cada aprendizaje tiene su momento, y su coste de oportunidad si no lo explotamos en la horquilla adecuada. Otra cosa es si ese momento realmente existe, o más bien es algo que nos otorgamos con las decisiones tomadas.
Por descarte, queda el último pilar. Adelantar el premio. O lo que se conoce en psicología como anticipar gratificaciones. Te hago un spoiler, el 99% de las personas que van al gimnasio antes de trabajar, preferirían quedarse en la cama en lugar de hacer toda esa serie de esfuerzos para lanzarse a la calle, siempre fría y dura. Eso sí, ese 99% puede tener una cuestión común, cómo se cuentan lo espectacular del café + tostada posterior, o la siempre inigualable ducha tras el sudado bien hecho.
La vida no es vivida en el largo plazo, pero es el traslado del mismo al presente el que aporta algo de cordura a todo lo que hacemos. Elden Ring, como la vida y el deporte, te hace experimentar el sabor de ese suelo que hablábamos antes. Constantemente. Y cuando digo constantemente, me refiero a decenas de muertes por cada hora jugada.
Muertes en las que siempre surge la misma pregunta ¿Qué hago yo sufriendo esto sin necesidad? Si ni siquiera me lo estoy pasando bien. Una pregunta que podemos hacernos en más de uno de los escenarios a los que nos exponemos diariamente.
Una interrogante que, al caso del origen de este mail, coge más protagonismo bajo la base de:
Repetición > Confianza
Una ecuación aparentemente simple, pocas veces aplicada. No deja de ser la repetición, lo que Popovich llamaba Pounding the Rock, aquella manera de, ajustando los componentes exploratorios, la pata de nuestra T, y el rescate del futuro premio, dar utilidad y función a todo lo que hacemos. Luego le pondremos nombre, con el paso del tiempo, pero es el único factor común a cualquier proceso vital que recoja las palabras de Sócrates <Una vida que merezca la pena ser vivida>. La repetición con sentido. Hacer, y luego preguntarse. Escribir primero, titular el libro después. Esperas al título perfecto para empezar, y cuando te quieres acordar esas palabras perdieron su tren.
Con todo y con eso, habrá que veces que será necesario ajustarse al proverbio zen
Si no te gusta después de dos horas. Hazlo 4 horas.
Es el mail más largo que te escribí jamás. Pero un juego que me ha tenido pegado al mando durante 100 horas bien lo merecía. Si has llegado hasta aquí, gracias. Y si me quieres contar qué te ha parecido, o compartirlo con los tuyos, doblemente agradecido.
Sólo déjame cerrar avisándote de que ya han salido las entradas para el público general de estas próximas VI Jornadas de Psicología y Baloncesto. No te voy a dar más el coñazo con ellas, algo que llevaba haciendo las pasadas 3 semanas. Pero por si quieres tener el enlace a mano, cambias de opinión, o acabas pudiendo venir.
Nos seguimos leyendo.